domingo, 19 de febrero de 2012

Esto ya no es un Carnaval

Esta mañana, revisando videos en YouTube, he empezado a recordar lo que eran los Carnavales de S/C de Tenerife hace años. ¡Qué diferencia! En mi juventud, cuando todo era diversión y fiesta, sin los avatares ni las obligaciones de tener un trabajo, cuando la semana de Carnaval era pura fiesta...





Recuerdo salir ilusionado de mi casa, disfrazado y maquillado para reunirme con algunos amigos y bajar a la Plaza de España. Por el camino charlábamos y bromeábamos con la gente, pero siempre con un respeto. Al llegar a la Plaza de Weyler ya se armaba el barullo. A partir de allí, todo eran risas, te encontrabas grupos bajando y con ganas de sana diversión, la típica "mascarita" que con todo el mundo bromeaba, y en las barras de los bares, siempre se hacía la primera parada estratégica par tomar una copita de ron.

Llegábamos a la Plaza de La Candelaria y ya venías imbuído de ese sentimiento carnavalero que llevabas un año esperando volver a sentir. Al fondo, delante de la Plaza de España, ya estaba el escenario, y entre el ruido de la gente ya se escuchaban las notas de memorables grupos... Entre muchos otros, aquí les dejo una muestra de los que más recuerdo:

- La "incombustible" Celia Cruz
- La eterna y maravillosa orquesta The Billo's Caracas Boys
- Los Hermanos Rosario
- La New York Band
- Los mejicanos Garibaldi
- El gran Oscar de León

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Después de pasar un rato bailando con estos ritmos, siempre tocaba el recorrido por los kioskos universitarios, como siempre, repartidos por las aceras de la Avenida Marítima. Entre algunos empujones conseguías por fin llegar y pedir otra copita, bromear y "casualmente" encontrarte a multitud de conocidos. El Carnaval era así, siempre te encontrabas a quien menos te esperabas, pero ese era uno de sus encantos.

A partir de ahí, cada uno seguía su rumbo, la gente se dispersaba para disfrutar del ambiente, pero siempre retornábamos al mismo punto a tomar nuestras copitas y contarnos cómo nos habían ido nuestras andanzas al cabo de un rato. ¡Qué tiempos! Te podías "perder" tú sólo sin tener que preocuparte de tu seguridad...

Recuerdo amanecer más de una vez, y regresar a mi casa caminando por las calles de Santa Cruz, con el maquillaje totalmente desbaratado, la peluca en la mano, y hasta sintiendo casi vergüenza al cruzarme con la gente por las calles. Porque sí, hay gente que trabaja, y que hasta un domingo o martes de Carnaval tienen que levantarse temprano.

Hoy en día, ya hace años que no bajo al Carnaval de Santa Cruz. Y no porque no me apetezca, sino porque ya no es lo que era. La gente que disfrutaba el Carnaval, como yo, ya no está. La mayoría está en fiestas privadas, locales de asociaciones, o como yo, han decidido ir a otros carnavales que no estén tan alterados en su esencia (léase por ejemplo, los del Puerto de La Cruz). ¿Y por qué? Porque todo ha cambiado para peor.

Ahora ya los jóvenes no salen a las diez de la noche, sino a las 2 de la mañana. Ya no bajan tranquilos a la fiesta, sino que desde La Cruz del Señor, o incluso más arriba, vienen gritando y molestando a aquellos que intentan descansar. Ya vienen borrachos de sus casas o desde la placita donde han quedado con sus "colegas". Ni siquiera hay "disfraces". Ahora todos van con sus trajes de peluche, colgando de la cintura, con sus mochilas o bolsos llenos de botellas medio vacías ya. Y no bajan a divertirse, bajan a buscar bronca. Esa es la diversión de la juventud de hoy en día.
Hace años comenzaron poco a poco a volverse violentos, y aún me pregunto por qué. Llegué a ver con mis propios ojos como alguno de esos grupos lanzaban una botella ya vacía al aire entre un montón de gente, y al que le llegaba lo molían a palos entre todos. A alguien que ni siquiera se había metido con ellos.

También surgió la leyenda urbana de "La sonrisa del payaso", que yo nunca vi, pero se escuchaba mucho hablar de ello. Consistía en apalear a alguien, y rajarle con una navaja las comisuras de la boca, echándole luego limón para evitar el cierra de la herida. ¡Terrible imagen! A todo ello súmenle la cantidad de peleas que se ven a cada paso, por tonterías como quién baila o no con una chica en concreto, y encontrarán la razón de que tantos hayamos terminado asociando los Carnavales a cualquier cosa, menos a lo que debiera, que es la DIVERSIÓN.

¿Dónde quedaron esos años de diversión sana, respeto y buen rollo? Los echo de menos. Y mientras los políticos no cambien las leyes y se actúe con contundencia en contra de las tropelías que comenten los jóvenes, mientras los padres no inculquen la educación y el respeto en sus hijos, y en las escuelas no se vuelvan a enseñar los valores mínimos para vivir en una sociedad respetable, esta sociedad, y en concreto su "fiesta mayor", por la que debería ser conocida en el mundo entero, está avocada a la catástrofe y quizás a su desaparición.

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